
Mientras algunos se acercaron hasta el campamento donde se alojarán los pilotos, instalado a cinco kilómetros de Fiambalá, otros se ubicaron en la zona de Cortaderas y Las Grutas, cerca del Paso de San Francisco, para ser los primeros en ver llegar a los competidores.
Controlados por efectivos de Gendarmería Nacional, muchos de los espectadores levantaron carpas a la orilla de la ruta con el objetivo de ver bien de cerca la prueba.
En tanto, la plaza de Fiambalá se encuentra plagada de camiones, autos y motos de todo tipo, así como de puestos de venta de merchandising del Dakar.
Otros, aprovechando el furor que genera la carrera, decidieron alquilar parte del parque de su casa para acampar por unos 50 pesos (poco más de 16 dólares).
Así, queda claro que aunque más no sea por algunas horas, Fiambalá se transformó en la capital del motor y la alegría.
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