
La cita era en el circuito Paul Ricard, esa meca de la competición de la que es propietario Bernie Ecclestone. Esta vez no se trataba de un préstamo, sino de un intercambio, ya que a Loeb le dejaron el 908 pero él a su vez prestó el Citroën C4, con el que acaba de culminar su quinto título, a Stephane Sarrazin, uno de los pilotos oficiales de la firma del león.
Primero Sarrazin dio unas vueltas con Loeb de copiloto con el vehículo en configuración biplaza, y luego Seb, que acabó segundo en su primera y única participación en Le Mans hace un par de años al volante del Pescarolo, tomó los mandos. Y en tan sólo cinco vueltas ya estaba en un tiempo muy cercano al que había marcado su anfitrión, seis décimas por detrás. Tan sólo dio diez vueltas más, y se acabó su nueva exhibición. Y aunque los técnicos insistían en que no se podían comparar tiempos por las diferentes circunstancias, ahí quedó eso.
"No tiene nada que ver con el F-1", aseguraba nada más bajarse del Peugeot. "Se me iba bastante la parte trasera y no he llegado a coger confianza. Es muy diferente a todo lo que había conducido, y también me ha resultado extraña la sensación de ir encerrado en el cockpit".
Posteriormente fue Sarrazin el que tomó los mandos del C4 en un tramo cercano de tierra, tras comprobar desde dentro cómo lo conduce Loeb, y tampoco defraudó. Algo normal, ya que él es también piloto de rallys y llegó a competir en el Mundial con un Subaru semioficial.
Correrá con su mujer.
Loeb cambiará, además, de copiloto este fin de semana. El asiento de la derecha, que habitualmente ocupa Daniel Elena, albergará en el Rally du Var a su esposa, Severine. Se trata de la última prueba del campeonato francés, y será una fiesta para los pentacampeones de Citroën, ya que Elena también correrá, pero esta vez conduciendo. Loeb llevará un C2 Súper 1.600 y Elena otro, pero de la categoría R2.
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