16.09.07-A media tarde del sábado, con el sellado de tarjetas en el Predio Ferial de Vicente López, después de recorrer algo mas de 4300 kilómetros, culminó la la Gran Carrera, atrás quedaron las penurias de aquellos que tuvieron inconvenientes mecánicos, mezclados con los gratos recuerdos de sacrificios ajenos para que igual pudieran cumplir el sueño de “dar la vuelta”, como aquel chapista que en Tucumán albergó en su taller a seis autos que repararon sus heridas, en algunos casos trabajando el mismo soldando y reparando, haciéndose tiempo para invitarlos a todos a probar las famosas empanadas tucumanas, o aquel tornero que ya entrada la noche, salió de la ducha para ponerse a trabajar en una pieza de transmisión y que luego, al haber fallado, tampoco dudó en levantarse de la mesa familiar en medio de la cena, volviendo al taller para rehacer la pieza en el torno, siendo estos dos casos, solo una muestra de la pasión y entrega de muchos, por el solo placer de formar parte de la histórica epopeya, de la que participan estas máquinas que ya recorrieron los caminos del país durante décadas.
También quedó atrás la acción solidaria de la carrera, acción que fue mas allá de las diez toneladas y media de alimentos, que fueron dejando en manos de Cáritas, repartidas en cada final de etapa, a lo que se agregan las acciones individuales de algunos, que por ejemplo se detenían en solitarias escuelas a un costado del camino, donde todos los alumnos y docentes salían a saludar el paso de los intrépidos, repartiendo útiles, alfajores o golosinas, o la de un grupo de corredores quilmeños, que hicieron entrega en Tucumán al cacique de la tribu Quilmes, de importantes donaciones recolectadas en la ciudad que lleva el mismo nombre.
61 ilusiones de concretar la vuelta, también quedaron atrás, al igual que 120 inscripciones tardías que por lógicas razones de cupo, no fueron aceptadas.
El intenso calor, en Ojo de Agua, la puerta de ingreso a Santiago del Estero, que recibió a la caravana con nada menos que 42 grados, el también intenso frío en Tucumán, precisamente en la Cuesta del Infiernillo, donde el termómetro marcó solamente 7 grados, quedaron atrás junto a la llovizna de la última etapa.
Lo que no quedó atrás, sino que abrió la puerta de la esperanza, es la posibilidad de enfrentar nuevamente la aventura el próximo año, con nuevos ímpetus, no de triunfar, sino simplemente de poder estar, de ser parte del recuerdo, de poder disfrutar de la gente que se arrima a la vera del camino en los lugares mas inhóspitos e insólitos, de ver la cara de los chicos que en cada parada, se asombran de ver esos autos “de carrera”, de que quienes los tripulan, se bajen y de sus baúles abiertos, les entreguen útiles escolares, calcos, golosinas, sin necesidad de pedir o de tener que limpiar un vidrio para conseguirlas.
Entre los 342 intrépidos que subieron a la emocionante rampa del Automóvil Club Argentino, un grupo no muy numeroso, quizá un tercio del total, se destaca por su profesionalismo y sus serias aspiraciones a ganar la carrera, este grupo se amplía año a año, por los que van tomándole el gustito, a la concentración permanente y a la disputa centésima a centésima, muestra clara en la definición de los dos primeros puestos de la clasificación general, que entrega el primer puesto al binomio Carlos Berisso-Guillermo Berisso (Volvo 122), con una venta de solo 15, tras 66 horas de carrera sobre el matrimonio de Raúl y Silvia Garcia Escolano (Peugeot 404) ambos en la Clase E
También festejaron el triunfo Eduardo y José Tomasello (Mercedes Benz 220) en Clase F; Juan Germaná- Demarchi Patricio (Torino) Clase TC C; Manuel y Alba Urrea (Fiat 1500 Coupe) Clase D; Jorge Korn-Jorge Yankilevich (Ford Coupe) TC B; Emiliano Pugliese-Guillermo Bour (Citroen 3CV) Clase A y Juan Repila-Eduardo Meijide (Ford Coupe) Clase TC A.
fuente:mario esposito prensa aca
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